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Tres Monedas Café

Tres Centavos Café


Tres Monedas Café
La pasada semana por trabajo llegué a un sitio del cual no había visto más que el logo. Por esas casualidades de la vida que te hacen estar en un lugar que guarda innumerables maravillas, por más de un año he trabajado en La Habana Vieja a pocas cuadras de la calle Aguiar, donde se ubica el Restaurante Tres Monedas. En mi desconocimiento llegue sin esperar lo que iba a encontrar allí. Busqué la entrada y me indicaron la escalera que estrecha llevaba a un entresuelo, el ascenso fue sorprendente, por un momento no podía creer que todas las paredes estaban empapeladas con actas notariales y documentos legales del siglo pasado. La entrada en sí misma, casi insignificante, no se comparaba con lo que la antecedía, pero tras el umbral el asombro fue aún mayor, el ambiente pulcro y casi perfecto da la sensación de estar en los años 50 en un típico restaurante norteamericano. Butacas de cuero y mesas sui generis ofrecen una vista impactante del exterior a través de enormes lunas de cristal que hacen que parezca una instantánea. Fuimos atendidos por el Chef Lucio en persona quien nos acogió con extrema amabilidad y diligencia, pasamos del salón principal al bar del establecimiento donde se proyectan materiales artísticos de excelente factura. Nos asombró desde el primer momento la decoración que de manera singular atraía por un evidente toque artístico que va más allá del diseño. Al preguntar por este aspecto nos fue informado que estos detalles se deben a la obra del artista Kadir López quien diseñara todo en el local. El servicio presto y atento enseguida se preocupó por nuestro pedido y ante el extenuante calor del exterior nos ofrecieron bebidas refrescantes como aliciente a nuestra fatiga. Impresiona de este sitio la variada oferta de coctelería y la adecuada presentación de las mesclas que hacen las delicias de los comensales que gustan de la llamada gastronomía líquida. En nuestro caso fue un excelente mojito, trago que confieso no es de mis preferidos, el que nos dio la bienvenida y para sorpresa nuestra estuvo excelente. Entretenidos por un impresionante material de arte contemporáneo no notamos la manera en que a nuestra mesa llegaron unas deliciosas picaderas para acompañar nuestro trago. Aceitunas, dados de queso y la propuesta de otra sugerencia del bar llegaron de la mano, cuando no habíamos notado que nuestros tragos llegaban a su fin. Para no perder la costumbre pedí una piña colada que para mi asombro aterrizó en la mesa sin la demora acostumbrada. La excelente presentación del trago me dio una muy buena primera impresión, su textura exacta y perfecto balance redondearon lo que bien comenzó. Mi acompañante se decidió por un daiquirí natural y su expresión fue convincente tras una exclamación de pura satisfacción. Convencidos de que es este un buen lugar para mantener una reunión de trabajo o simplemente pasar un excelente rato en buena compañía, nos queda pendiente otra visita a una hora adecuada que nos permita degustar las delicias del reputado chef que dirige los fogones de este establecimiento. Por el momento lo mantengo en mi lista de lugares interesantes de los que queda mucho por descubrir, como la sorprendente historia de las tres monedas empotradas en una pared del local que le dieron su nombre actual.

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