El Madrigal
Madrigal
Una calurosa noche de verano en La Habana es el momento propicio para disfrutar de las delicias del ambiente nocturno de la ciudad. Conocido gracias al filme homónimo, el Madrigal es el refugio cercano al que muchos nos acercamos en busca de buena compañía y para disfrutar del agradable encanto que allí se respira. Elevadas escaleras nos trasladan al espacio interior decorado con carteles, pinturas y elementos propios de un set cinematográfico, donde un piano hace las delicias de las noches bohemias. Por lo general con buena afluencia de público y una clientela selecta, donde se reconoce lo más variopinto de los andantes nocturnos, no destaca por su excelente coctelería y menos por su escasa comida y tapas.
Al llegar, la atención justa nos ofreció una calurosa mesa dentro del salón principal debido a que la terraza, supuestamente llena, estaba ocupada por un grupo de bulliciosos clientes. El servicio presto, presentó la carta del bar, bastante bien surtida, sin contar las tapas que aderezaban el menú. Nos decidimos por la limonada claret, y una cerveza michelada, que si bien tenía la temperatura adecuada, el resto de los ingredientes era casi imperceptible como la sal en el borde del vaso. La mezcla poco agraciada, falta de encanto y presentación, dejó mucho que desear debido al gusto acuoso tanto de la bebida como del trago. Por su parte, las tapas pedidas fueron bolitas de queso que resultaron ser seis agradables esferas compuestas por puré de viandas y queso, sobre media hoja de acelga, acompañadas de kétchup industrial. Una segunda oportunidad a las bebidas trajo a nuestra mesa una piña colada que solo llevaba de esta el nombre y una mediocre decoración. Decidimos acompañarla con unas brusquetas, simples tostadas de pan duro recubiertas por un insípido concassè y unas láminas minúsculas de queso gratinado. No fue esta una experiencia que borrase de la memoria una visita anterior, donde unos tostones rellenos terminaron con lo que pudo ser una agradable noche.
Tuvimos la suerte de hablar con el gerente, quien invitándonos a unos tequilas, amablemente se disculpó por nuestro mal rato. Asombra la tardanza de las tapas respecto a su poca elaboración y más aún la clientela presente. No se puede negar que el servicio fue amable y respetuoso, pero nos queda una duda sobre si está permitido que las seis personas de turno estén sentadas en la barra mientras los clientes esperan. El calor tampoco ayuda demasiado a un establecimiento que se vanagloria de estar incluido en Tripadvisor. Queda mucho por mejorar en Madrigal para hacer de este uno de esos bares en los que el cliente vaya a disfrutar algo más que el ambiente. Mientras, disfrutemos de su sensual penumbra al ritmo de un solitario piano.
Marisel Morejón Barbán Coordinadora Guía Excelencias Cuba
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