El Asturianito

El Asturianito
El Asturianito Una noche fortuita quisimos salir a comer. Tanta fue nuestra incertidumbre que nos decidimos por El Asturianito cerca de las 9 de la noche. Tardamos aproximadamente 20 minutos en llegar al restaurante, más los inagotables minutos de espera en la entrada –porque digámoslo simple: en esos restaurantes rara vez no hay cola, mucho más si es diciembre-. Cuando logramos entrar, estaban casi cerrando o los aires eran de cierre. Entonces pensé en el servicio, en la atención que nos darían, en los rostros desfigurados por el cansancio, por las horas de trabajo. La velada tenía todas las probabilidades de fallar. Lo primero que acentuó mis sospechas fue la carta, casi agotada a esas horas. Para un restaurante de esta índole, es casi imperdonable que sucedan este tipo de cosas. Una joven se acercó con ademanes de profesionalismo y como si fuera poco, con derroches de amabilidad. No pudimos disimular los rostros de sorpresa. La muchacha muy afable y casi apenada, nos orientó para sortear la situación de la pobreza nocturna de la carta. De manera que con pocas palabras nos convenció de que optáramos por el cordero. Y así fue. Cada vez que precisamos de algo, allí estuvo aquella joven, incluso cuando no la llamábamos y nuestras caras hacían algún gesto de desaprobación. Uno de mis amigos, especialista-visitador de cuanto restaurante -de lujo o casi lujo- abren en La Habana, nos contó del aroma del plato, de algunas de las especias utilizadas, de la textura de la carne,… Yo solo podía concentrarme en el gusto, el sabor, solo después pude atender a la ya tradicional crítica gastronómica. Esta vez curiosamente favorable. Los presagios se deshicieron, no solo porque la comida estuvo exquisita, sino también por las atenciones. Una sola cosa que señalar: de El Asturianito se extraña la renovación de la decoración, un detalle que ya no pasa inadvertido. Z. C. Padilla Editora Grupo Excelencias